Savasana, la postura de relajación, es uno de los ejercicios más importantes de la sesión de yoga.
Aparentemente se trata de una postura sencilla, no hay que colocar el cuerpo en una postura a la que no está acostumbrado, no hay que hacer ningún esfuerzo, solamente tumbarse en el suelo…, pero muchos maestros de yoga la consideran la asana más difícil.
La complejidad del ejercicio no está en la forma de la postura sino en la actitud mental, en poder mantener la mente concentrada en las sensaciones del cuerpo cuando éste está completamente relajado.
Se trata de ir conscientemente sintiendo cada parte de nuestro cuerpo y
de relajarla completamente, y una vez que todo el cuerpo está
completamente relajado, una vez que hemos llegado al estado de
relajación más profundo que podamos alcanzar en ese momento, mantenernos
conscientes de él, integrarlo en nosotros, no abandonarnos, no dejar
que la mente vague por donde quiera, sino mantenerla en las sensaciones
del cuerpo, profundizando más y más en ese estado.
Se debe practicar siempre al terminar la práctica de los demás asanas. El cuerpo necesita tiempo para asimilar todos los beneficios que se derivan de la práctica de los asanas, si no hiciésemos este asana nuestra práctica de yoga sería incompleta y nuestro cuerpo no obtendría todos los beneficios de las asanas. Hay muchas personas a las que les resulta muy difícil relajarse, y otras muchas que ni siquiera lo consideran necesario.
El poco tiempo que tenemos para encajar todas las actividades que queremos hacer durante el día no nos permite “perder el tiempo”… Precisamente son las personas que más necesitan de esta postura… Conseguir mantenerte sin hacer nada 15 ó 20 minutos no es fácil al principio, pero con la práctica se convertirá en el mejor momento del día, y en la asana que más nos gusta y que “mejor hacemos”.
Savasana resulta de mucha utilidad en situaciones de estrés, insomnio, nerviosismo, depresiones, pero no es necesario padecerlas para obtener los beneficios de este ejercicio, que además se puede practicar siempre que uno necesite un “respiro”, un pequeño descanso durante el día, siempre que uno pueda permitírselo, es ideal para recuperar la energía y la vitalidad.
También nos ayuda con la meditación, ya que la habilidad de permanecer inmóviles es un requisito importante si se quiere profundizar en la meditación.
Savasana es silencio, el cuerpo no hace ningún ruido…, inmovilidad, ni un dedo se mueve…
Es la experiencia de la quietud del cuerpo.
-Tranquiliza la mente, ayuda a aliviar el estrés.
-Terapéutica en casos de depresión leve.
- Permite al cuerpo integrar los beneficios de las demás asanas.
- Relaja el cuerpo, tranquiliza la mente.
- Alivia los dolores de cabeza, el cansancio y el insomnio.
- Ayuda a reducir la tensión arterial.
Además, distiende los órganos de los sentidos. Suaviza la base de la lengua, las aletas de la nariz, los canales de los oídos internos y la piel de la frente, sobre todo alrededor del puente de la nariz, entre las cejas. Para aquellos que sufren de dolor de espalda, lo mejor es realizarla con las rodillas dobladas y los pies sobre el suelo, separados a la distancia de las caderas. Para las embarazadas es recomendable apoyar la cabeza y el pecho sobre una almohada.
Se debe practicar siempre al terminar la práctica de los demás asanas. El cuerpo necesita tiempo para asimilar todos los beneficios que se derivan de la práctica de los asanas, si no hiciésemos este asana nuestra práctica de yoga sería incompleta y nuestro cuerpo no obtendría todos los beneficios de las asanas. Hay muchas personas a las que les resulta muy difícil relajarse, y otras muchas que ni siquiera lo consideran necesario.
El poco tiempo que tenemos para encajar todas las actividades que queremos hacer durante el día no nos permite “perder el tiempo”… Precisamente son las personas que más necesitan de esta postura… Conseguir mantenerte sin hacer nada 15 ó 20 minutos no es fácil al principio, pero con la práctica se convertirá en el mejor momento del día, y en la asana que más nos gusta y que “mejor hacemos”.
Savasana resulta de mucha utilidad en situaciones de estrés, insomnio, nerviosismo, depresiones, pero no es necesario padecerlas para obtener los beneficios de este ejercicio, que además se puede practicar siempre que uno necesite un “respiro”, un pequeño descanso durante el día, siempre que uno pueda permitírselo, es ideal para recuperar la energía y la vitalidad.
También nos ayuda con la meditación, ya que la habilidad de permanecer inmóviles es un requisito importante si se quiere profundizar en la meditación.
- Nos tumbamos lentamente, son suavidad, sobre la espalda
- Ojos cerrados o abiertos. Si los cerramos, podemos utilizar una almohadilla de ojos para intensificar la relajación.
- Brazos ligeramente separados del cuerpo y palmas de las manos hacia arriba
- Pies separados naturalmente
- Manos estiradas en dirección a los pies para alejar los hombros de las orejas
- Imaginamos que el cuerpo se hunde en el suelo para fomentar la relajación
- Llevamos toda la atención hacia dentro y observamos como se relaja el cuerpo hasta sentirnos ligeros y en calma
- Permanecemos atentos a todas las sensaciones que emanan de nuestro cuerpo, entre la vigilia y el sueño
Savasana es silencio, el cuerpo no hace ningún ruido…, inmovilidad, ni un dedo se mueve…
Es la experiencia de la quietud del cuerpo.
-Tranquiliza la mente, ayuda a aliviar el estrés.
-Terapéutica en casos de depresión leve.
- Permite al cuerpo integrar los beneficios de las demás asanas.
- Relaja el cuerpo, tranquiliza la mente.
- Alivia los dolores de cabeza, el cansancio y el insomnio.
- Ayuda a reducir la tensión arterial.
Además, distiende los órganos de los sentidos. Suaviza la base de la lengua, las aletas de la nariz, los canales de los oídos internos y la piel de la frente, sobre todo alrededor del puente de la nariz, entre las cejas. Para aquellos que sufren de dolor de espalda, lo mejor es realizarla con las rodillas dobladas y los pies sobre el suelo, separados a la distancia de las caderas. Para las embarazadas es recomendable apoyar la cabeza y el pecho sobre una almohada.
La palabra Yoga proviene de la raíz verbal "yuj" sánscrito que tiene el sentido de "unidad" ya pesar de que se utiliza coloquialmente para referirse a las prácticas de posturas y ejercicios, en su origen, tiene poco que ver con ella. Y sin entender un poco acerca de su significado original se puede perder sin saber realmente cómo muchos tipos de yoga existe ...
En cada paso que se da en el camino del Yoga, existen algunas recomendaciones clásicas.
Una de ellas aconseja paciencia al iniciar la práctica del Samyama, el estadio de los tres últimos niveles del sistema Astânga Yoga: Dharana, atención, concentración; Dhyana unión, meditación; y Samadhi, iluminación, y del Raja Yoga, ya que si se anhela la trascendencia y la iluminación, el ego empezará a funcionar como un huracán, absorbiendo la energía que se ha refinado.
Practicar una postura hierática, sagrada, sin haber logrado previamente la maestría del "contacto" con las percepciones, descubrir el arte de “desconectar” y "deshacer nudos emocionales", puede ser un camino para profundizarlos o complicarlos más, ya que sin ese dominio, se evita la liberación de la propia carga.
La meditación es el primer escalón del Samyama; permite hacer presentes pequeños instantes de silencio. Al principio, serán experiencias fugaces, más tarde se volverán cotidianas, hasta que llega el momento en que se accede al silencio, a voluntad.
Tal práctica contrasta con el concepto de meditación que se tiene en Occidente, el cual posee diversas interpretaciones, desde “aplicar el entendimiento a la consideración de una cosa", hasta experiencias de “sonidos” y “luces”, provocados en ciertas prácticas de cierto misticismo elemental.
La concentración, segundo escalón del Samyama, es la acción de penetrar en los objetos externos,
sean o no iconos de la tradición, símbolos, objetos de arte, objetos utilitarios o de la naturaleza.
En este escalón es esencial la presencia del Maestro, y la plena identidad del sí mismo.
El Maestre Serge Reynaud de la Ferrière nos alerta en cómo acceder a esta práctica:
“no es una acción de disolverse en el objeto, sino de penetrar en su vibración sin perder la identidad
del sí mismo”.
Meditación y concentración constituyen aún una experiencia, al permitirnos acceder a un estado de vibración y, por lo tanto, de conciencia del sí mismo. Facilitan adquirir la habilidad para responder al medio, de acuerdo a cada circunstancia; permiten fluir. Asimismo, se adquiere una inteligencia cualitativamente diferente, porque ya no existen patrones determinados por la cultura o la educación que aprisionen, ni respuestas confeccionadas, introyectadas. Cuando se devela al ser, la acción continúa: se tiene acceso al centro de sí mismo.
En la práctica, Samyama siempre actúa en la conciencia plena, de tal manera que evita estados de autosugestión o autohipnosis, y “…no puede ser obtenida sino por medio de una síntesis del saber y de la intuición, de la razón y de la sensación, de lo objetivo y de lo subjetivo” (R. de la Ferrière).
En síntesis, la paciencia es, pues, requisito para permitir la experiencia de la libertad de los citavritti
de las pasiones y los torbellinos mentales, algo diferente de la cultura y educación que hemos recibido: cierta tensión que exige resultados, beneficios, productos, satisfacción inmediata ante cualquier esfuerzo.
En la consciencia colectiva introyectamos que, ante cualquier reto, el mejor camino es el más corto.
La experiencia del Samyama trasciende la tendencia aprendida en la que nuestro ego marca el camino a seguir, ya que se busca la identidad del ser, de nuestro sí mismo.
Meditación Vippâsana
Dentro de las diversas tradiciones de las escuelas de meditación, la más conocida se llama Vippasana,
la cual es la más recomendable para lograr la sintonía entre las conciencias corporal, emocional y mental.
La técnica se realiza caminando, con consciencia de cada movimiento del cuerpo, por pequeño que éste sea, con los ojos abiertos.
Se puede caminar en círculo, en línea recta o regresando. Cada movimiento se realiza lentamente, en
cámara lenta.
Se debe observar cualquier estímulo exterior, formas, volúmenes, colores, olores, movimientos, sonidos, ruidos, sin involucrarse, evaluarlo o detenerlo.
Camina lentamente, pero sin atender las percepciones, solo la respiración, el aire que entra y sale del cuerpo. Después, la atención se lleva al contacto de los pies con el piso.
Pon atención en los latidos del corazón. Deja que el prana entre y toque tu corazón (del movimiento al corazón). Si es difícil, atiende la base la columna vertebral y, de ahí, al corazón.
Percibe el aire que entra por la garganta. La respiración tiene que ser lenta y prolongada, sin esforzarse en lo más mínimo.
Cuando descubras que estás plenamente relajado, deja el prana invada todo el cuerpo. No se fija la
atención en ningún punto; se deja pasar cualquier pensamiento y solamente se observa.
El movimiento ha tomado un ritmo; se entran en un estado vibratorio especial.
Vive la no experiencia de ti mismo.
Camina de 20 a 30 minutos, después relájate recostado en el piso unos cinco minutos.
La técnica de Vipassana se puede realizarse de 20 a 60 minutos, con los ojos cerrados.
Para lograr el estado de meditación, hay que parar toda tensión, atención corporal, mental y emocional.
Parar toda actividad es una experiencia íntima del ser, ontológica. La persona se despoja de ropajes; estás ahí, en el ser, en tu centro, totalmente relajado.
Existe una línea sutil, una frontera, que atravesar sin perder tu plena identidad.