de Roberto Rodriguez Noguiera "Yoga Pirata"
Vivo mi práctica y mis clases con la felicidad de un friki demente en el laboratorio del Jovencito Frankenstein. Aceptarlo por completo me ha llevado más de veinte años porque… veinte años después me he dado de bruces con aquello de lo que llevo escapando veinte años
La enseñanza que he obtenido, gritando en calzón raído con las barbas desaliñadas al chocar contra la picota de la que huí (gritando en calzón raído y con las barbas desaliñadas) es:
-Jo tío, ¡qué viaje!
No me importa haber llegado al mismo sitio porque, realmente: jo tío, ¡qué viaje!
Esto me motiva, esto es lo que me inspira para seguir practicando y enseñando. El viaje. El experimento… Y ahora, el retorno de mis fantasmas.
Mientras miro la picota, el yugo con el que se enjaeza al condenado, pienso en cuántos yugos, en cuántos cepos he confundido con el mío, con mi yoga, hasta volver al primero de la lista.
Es que no eres nada natural. No aprietes. Relaja.
Pero estírate. Tienes que llegar a los pies.
Tienes que apoyar las palmas en el suelo en la flexión de pie. Y no hagas fuerza. Relaja.
No te ablandes. Haz fuerza. Si no haces fuerza no te estiras.
Hay muchas maneras equivocadas y sólo una cierta de hacer una postura.
Hay tantas formas como individuos.
La falta de alineamiento conduce, irremediablemente, a las lesiones.
El exceso de alineamiento conduce, irremediablemente, a las lesiones.
La respiración, abdominal, simple y natural, es la respiración yóguica.
La respiración, si no es victoriana con bandas, con refajo y con libro de salmos sobre la coronilla, no es yóguica ni es ná.
La respiración… ¿Qué respiración? Con asana no hay que prestar tanta atención a la respiración. La respiración, simple y natural. Para eso está el pranayama.
¡Sirsasana, lo menos 10 minutos y hasta tres horas!
-Ah. Y Patanjali ya lo dijo.
-¿El qué?
-Lo que yo te diga que él dijo.
Y heme aquí en calzón corto, dejando de gritar de a poco, sabiendo que todos tienen razón (salvo el trastornao de sirsasana), incluso los yoguis más rancios y aburridos con el yoga físico conservador, soporífero e infraexplicado (natural-relájate) del que llevo 20 años escapando… Lo que me hace gritar más.
Por eso desde hace años practico y enseño como en el laboratorio del Jovencito Frankenstein. No puedo evitar robar, cortar y pegar los cadáveres más frescos y apuestos e intentar llenarlos de vida…Una afición como otra cualquiera…
Cut up. Cortar y pegar. Como Burroughs.
Si fortalece sin forzar y hace reír, me vale. Sólo los fuertes mantienen la calma y el humor en la tormenta, en la vida, y no sólo sobre la alfombrita. Una clase de yoga tiene que ser un poco tormentosa ¡Vive!¡Está vivo!
Y sin duda, algo del yoga conservador, soporífero y frecuentemente poco y mal explicado (natural)… también resulta útil. A mí, algunas veces, como descanso profundo y liberador.
A algunos les resulta útil siempre, como camino. No veo que se equivoquen si les funciona. No veo que me equivoque cuando me funciona.
Me equivocaba cuando creía que aquello era para mí, aunque mi intuición me decía que no. Y me volví a equivocar, con toda la ilusión y emoción, con el siguiente estilo, y con el siguiente…
Queriéndomelos creer todos hasta las cachas. Veinte años no es nada, qué febril la mirada…
He explorado esos espacios internos de insatisfacción, temor, dolor o duda creando y borrando el mapa mientras caminaba, aprendiendo a escuchar mi intuición, aprendiendo a reconocer lo que necesitaba, descubriendo que nunca he estado solo. Hay vida más allá del método en el que ya no puedes apoyarte. Hay vida más allá del miedo: ¡estás tú!
Doy por sentado que un practicante de yoga busca formar un espíritu crítico despierto y positivo. Un discernimiento agudo y sereno. Seguir un método, un culto, sin poner nunca nada en duda suele acabar en falsa comodidad o idolatría, en debilidad y estrés camuflado.
Saltar entre métodos puede provocar exactamente lo mismo.
Y por eso ambos caminos pueden funcionar, porque para eso está la práctica del yoga. Para descubrir nuestros espacios de falsa comodidad, idolatría y estrés camuflado. Nuestros fantasmas. Y esto es algo absolutamente personal.
El método o los métodos sirven como apoyos o espejos y cada uno debe elegir, con su mayor sinceridad, su relación con él.
Si un método que sirve para encontrarte a ti acaba separándote de él, es un buen método.
Encontrarse con uno es aceptar la compañía de sus fantasmas dejando de escapar de ellos. Ante mí, junto al yugo, los veo en fila, en calzón raído, con las barbas desaliñadas. Cada uno en su estilo. El castrense iyengarita que se me murió en un guerrero sin saberlo y ahí sigue, sosteniendo. El inquieto astanguita, despeñado en su último y emocionante salto a sentarse, siguiendo el orden perfecto, creyendo que su cuerpo ya estaba escrito y sólo tenía que avanzar pose a pose para encontrarlo. Mi natural sivananda, deprimido por no ser animal de fe, fallecido en sirsasana de aburrimiento y culpa. El clásico auténtico, D.E.P., muerto intentando morirse, intentando no sentir nada. El siempre amoroso, muerto de rabia contenida por no encontrarse dentro la tensión inhumana con la que la ocultaba.
Poco a poco nos vamos mirando. Nos sacudimos la ceniza blanca y nos atusamos las barbas. El sivandita muestra su inocencia infantil, el clásico su inagotable sed de aventura, el ashtanguita su elegante gracia animal, el iyengarita su incontenible pasión contenida. El amoroso la persistencia de su compasión. Son como niños.
Ahora todos somos útiles y bellos. Ellos están en su sitio en la luz, no en la sombra. Todos son útiles. Ahora yo estoy en mi sitio ¡Soy legión! ¡Santa compañía!
El yugo está vacío.
Siempre será imperfecto… Es viaje, no destino. A fin de cuentas, lo único perfecto es la muerte.
O no… He sentido una colleja y un escalofrío ¡El espíritu de mi amado Iyengar acaba de guiñarme un ojo…!
-Jo tío, ¡qué viaje!
Si, como yo, decides hacerte un Frankensyoga o conocerte a ti mismo en plan bricolaje doméstico, tal vez este código deontológico o receta de laboratorio frankensyóguico pueda ayudarte. Procuraré presentárselo ordenadamente.
1- El cementerio está dentro de ti (con perdón)No es preciso que agarres el capote, la pala, a Igor, y te vayas al camposanto más neblinoso y de lápidas más torcidas y decadentes a desenterrar al último ahorcado.
Los fantasmas no están fuera.
Cuando encuentras la practica meditativa ideal que te refleja perfectamente y es lo que habías estado buscando siempre, acabas de animar un trozo de tu Frankenstein interno. Has dado vida a una parte de ti que la esperaba pero no tenía energía espacio ni oxígeno para expresarse, así que aullaba en la oscuridad caminando a trompicones con los brazos rígidos, palpando las paredes.
Por ejemplo. Yo he sido y soy muy inquieto y movido. Me pasé varios años practicando un yoga basado en postura-descanso que me aportaba un importante bienestar… una de cada diez sesiones, normalmente cuando estaba lesionado o fatigado por practicar otras cosas donde sí que me movía. Las demás veces intentaba creer con abnegación y estoicismo que la abnegación y el estoicismo eran el camino hacia el Nirvana.
Entonces descubrí el ashtanga.
Era perfecto. No tenía tiempo ni espacio interno para pensar más que en lo que pasaba. Expresar todo el movimiento que llevaba dentro me liberaba de toda tensión. Las relajaciones eran sublimes.
Había animado una parte de mi Frankensyoga. Su corazón. Su movimiento. Algo que estaba en mí y penaba por no tener espacio, energía, oxígeno para expresarse. Ahí empecé un gran viaje con mapa en este sitio
2- Ten claro tu ideal. Tu guión. ¿Por qué estás en esto? ¿Por qué quieres conocerte?
Esto queda muy bien y todos lo decimos, pero en el fondo es mentira. En realidad es imposible tener un mapa previo perfecto (que le pregunten a Ulises por dónde se vuelve de Troya). Vas porque ya sabes que si no lo haces, el dolor permanecerá sin cambios, no porque sepas adónde y por dónde vas. Aunque debes intentarlo.
Frankensyoga es bricolaje inverso. Deconstrucción del sufrimiento, unificación de los fantasmas interiores. Las dinámicas, los procesos, los mapas, surgen con la práctica, con la intención. Que se hace camino al andar, vaya. No hay cartografías definitivas.
Uno puede creer que la prioridad es su ansiedad, o el dolor del cuello. Está ahí por eso, pero cuando se pone a trabajar y extiende ordenadamente los pedacitos de sí mismo en el laboratorio, se pone a coser y da el chispazo: ZASKA! El dolor de cuello o la ansiedad no están. Ha aparecido algo nuevo, inesperado. Ha aparecido vida.
O lo que es lo mismo, a uno le encanta lo que esta pasando, y puede ser que lo que esté pasando sea que está bocabajo, con la cabeza en el suelo y los pies en el aire, dando zapatetas en el aire como D. Quijote en su penitencia de enamorado. Una de esas cosas que ni uno ni la literatura jamás ha calificado como de gusto. El mapa era para salir del dolor. El cómo se descubre saliendo.
Básicamente hay un motivo y solo uno para hacer yoga. Haces yoga para sacar del sótano a tu monstruo interno malcosido a pedazos. Papá, mamá, dios, dinero, premio, castigo… cada jirón con su discurso, sus emociones, sus temores y sus deseos, su mundo, su forma de respirar, de moverse y mover tu cuerpo, de dolerse… su vida. Su vida de fantasma.
Los fantasmas están dentro. Ya te lo dije.
Haces yoga para coser lo mejor posible, para unir de la mejor forma posible a ese (mogollón) que piensa dentro de ti tus pensamientos, para aceptarlo y quererlo, para dejar de justificar tus miedos y atreverte a cumplir tus sueños encarando ambos. Para permitirte descubrir cómo la compasión, que empieza dentro sin ser pena por uno mismo, es el pilar de la verdadera fuerza.
O sea, porque duele.
Claro que todo esto, tan complicado, puede aparecerse, manifestarse, poseerte como un dolor de espalda, algo mucho más simple, con menos discurso, y más puñetero.
-Y por que has decidido hacer yoga? -pregunta la profe a la alumna nueva.
-Porque me duele la espalda.
Sin embargo, para aliviar el dolor de espalda también está el pilates, hay escuelas de espalda, de nombre poco equívoco, gimnasias específicas, natación, ejercicios de rehabilitación, entrenadores personales, analgésicos, osteópatas…
La profesora sabe que la alumna vive una metáfora. Su espalda se ha hecho tan presente en su vida que la tiene delante todo el tiempo gracias al dolor y no puede mirar a otro lado. Necesita conocer aquello que va con ella siempre, aquello que ya no puede aguantar más carga. Aquello esencial que ha dejado atrás y ahora ya no puede dejar de mirar. El ruido y la tensión de las cadenas arrastradas por los condenados fantasmas se ha hecho insoportable. Y necesita el yoga, aunque no sepa exactamente qué mapa está siguiendo para acabar ahí.
-Estás en el sitio adecuado -dirá la profe, que se acuerda perfectamente de que ella empezó también porque le dolía la espalda en el alma.
Hemos hablado de dolor, pero no existe sin su contraparte, el deseo. Si eliges el yoga conviene que asumas que tienes deseos de serenidad, ecuanimidad, sabiduría, tal vez de probadita, inmersión o incluso borrachera espiritual, puede que con experiencias bizarras como viajes astrales, sueños lúcidos, revelaciones, o simplemente encontrar un espacio interno donde los fantasmas no te duelan todo el tiempo. No sabes adónde te llevará, pero algo te dice que es por ahí.
No hay sufrimiento sin deseo, lo mismo que no hay fantasmas fuera. Verdades simples. Conviene conocerlos a ambos, lo que te duele y lo que deseas, porque, y de eso hablaremos otro día, en la tercera parte de esta peli de serie B, suelen ser la misma cosa vista desde lugares o en momentos diferentes. No servirá para trazar un mapa perfecto (ninguno lo es), pero te ayudará a comenzar a poner un pie delante del otro. A eso me refería con “ten claro tu guión”.
Recapitulando:
Asume la responsabilidad de conocerte y reconoce lo mismo tu sufrimiento que tus deseos. Conoce a tus fantasmas. Muévelos.
O: no escapes de tus monstruos. Es tu huida la que los hace así. El error del buen doctor F. fue asustarse y escapar horrorizado de su criatura, no fue error haberla creado. El error nunca es de la criatura.
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