jueves, 29 de septiembre de 2016

Sutras, amor y otras cicatrices (y un poco de vudú) de Frankesyoga III


Sutura y sutra comparten raíz, dice Deepak Chopra, y señalan acercamiento, unión. Yoga y yugo también son hermanos y ambos tienen que ver con hacer de varias tendencias, una. O sea que suturarse los fantasmas interiores, coserse las partes y funciones percibidas como diferentes de la propia mismidad, con la mayor armonía posible, es hacer yoga… o Frankensyoga.  

Escribe Roberto Rodríguez Nogueira ‘Yoga Pirata’

 

Deseo y miedo parecen ser cosas opuestas. No lo son. Son enfoques distintos. Ilusiones, fantasías, fantasmas diferentes del mismo ser. Encontrar la sutura que los une, la expresión secreta y exacta que los vincula aumentará tu consciencia del evento, liberará los fantasmas de su penar. Les permitirá ser lo que son, consciencia y la oportunidad de hacer lo correcto.

Ejemplo: enamorarse.

El intenso deseo de estar con una persona puede ser directamente proporcional al miedo que da sufrir la soledad. Si no se es consciente de ambos extremos, se desea a la persona equivocada. O seremos la persona equivocada. Y en cualquier caso desearemos, pensaremos y actuaremos equivocadamente.
Si no trabajamos y suturamos el miedo junto con el deseo; si no los unimos conscientemente lo mejor que nos sea posible, no estableceremos una relación armónica ni con nosotros mismos ni con nadie. Todo lo contrario, crearemos un laberinto de espejos donde buscando a otro, siempre acabaremos encontrándonos a nosotros mismos donde quiera que miremos, consiguiendo lo que tememos, es decir, estar solos por todas partes.

Seguro que has oído, así o de otra forma, que el mundo (o tu mente, o tu memoria) responde a la intensidad. Si deseas intensamente… ¡premio! Si temes tan intensamente que no quieres ni mirar… ¡el gordo!

Unir, suturar deseo y miedo. Una forma de practicar yoga, como lo es unir respiración y movimiento. Unir correctamente, expresar, suturar nos permite reconocer la sutura básica, la oración, el conjuro, el lema esencial de la vida: todo está conectado.
No puedes pensar correctamente con la emoción equivocada, y tu cuerpo expresará esa incoherencia perfecta e instantáneamente.

Hablando de lo que el cuerpo expresa…

Me gusta mucho lo poco que conozco del vudú. ¿Quién no se asusta ante la idea de ser poseído por un espíritu diferente de aquel que llama yo? Sin embargo el yo es un fantasma entre fantasmas. Y en el movimiento físico, lo mismo que en la danza de quien invoca, se revelan los fantasmas que lo cabalgan a uno.
No pueden esconderse tanto… ni quieren.

En el vudú el brujo es poseído, cabalgado por un ser superior. Por eso me agrada. Lo normal fuera del vudú es ser poseído por fantasmillas del tres al cuarto.
Fuera del éxtasis del vudú, en la vida diaria los fantasmas son invocados y fijados con un entrenamiento sostenido y tenaz del que nadie escapa. No con el atento ritual sagrado, sino con la persistencia habitual de lo cotidiano, de lo que se repite sin consciencia.
Los fantasmas se refuerzan con cada gesto, cada paso, con cada respiración en la que son ellos,  los sufrimientos temidos, los deseos no expresados, las cargas y culpas acumuladas como piedras… quienes realmente gesticulan, caminan y respiran, no el desgraciado huésped que se quiere creer un yo y en el fondo se sospecha montura de fantasmas.

Conjurar a los fantasmas, hallar el acertijo que los disuelve, el hechizo que los revela, la oración que los libera… el sutra. Siempre tengo presente que a  Patanjali se le llama serpiente y gramático, dos cualidades que también posee Hermes, Dios del lenguaje, el significado, la magia. Tal vez no hermanos, pero parientes cercanos, fijo que lo son.

Creo que los yogasutra, además de las revelaciones de Patanjali, han de ser reescritos por cada practicante de yoga. Uniendo respiración con movimiento, pensamiento con acción, culpa con redención, miedo con atrevimiento. Uniendo fantasma con significado y acción útil. Disolviendo posesiones fantasmales. Integrando movimientos coherentes.

 

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